Now my feet won't touch the ground » Jethro E. Kelleher. INS.

Gala Bithaen. 9:45pm.
Jethro E. Kelleher.

Miró su reflejo en aquél enorme cristal, tomando una profunda respiración. El verde de sus ojos resultaba a la perfección gracias al maquillaje aplicado por Tonni, su estilista particular (que había acudido desde Yorkshire a su rescate), aunque sus labios comenzaban a perder el tono rojizo que los caracterizaba. Extrajo de su bolso el labial para retocarse, aclarándose la garganta segundos después para pasar una mano por su cuello, ladeando el rostro a la Aimée del espejo. Debió haber usado una gargantilla, pero la gala había iniciado, Jethro la esperaba en uno de los privados cerca del jardín y ella sólo se había excusado un momento para entrar al cuarto de damas. Era hora de salir. El show debe continuar.

Dejó que sus manos resbalaran por el encaje de su vestido, ofreciéndose a sí misma una sonrisa de aliento antes de salir, escuchando sólo el eco de sus tacones marcar su paso. No tardó en localizar el privado que Jethro había escogido con novedosos sillones y una mesita de centro para las bebidas de los invitados. Estaba bastante segura de que tenía espacio suficiente para al menos cuatro o cinco personas, pero en ese momento, sólo podía vislumbrar a su compañero de velada ocupando el espacio. Avanzó a paso corto hasta el lugar (estaba usando un vestido, después de todo), tomando asiento en un sillón individual formando un perfecto ángulo de 90° con aquél en el que se encontraba Jethro.

—Lo siento —excusó su ausencia, cogiendo la copa de champagne entre el índice y el pulgar, cruzando los tobillos para posar su bolso en su regazo, mirando a Jethro—. ¿De qué me he perdido? ¿Alguna chica que ya haya venido a rogarte y ofrecerte toda la fortuna del mundo para que bailes con ella? —preguntó con una sonrisa burlona curvando sus labios levemente. No lo hacía con el afán de ofender, pero sí podía notar cómo algunas chicas observaban dudosas a Jethro al notarlo sin pareja; probablemente intentando reunir el coraje para acercarse y preguntar si podían compartir alguna pieza musical. Coraje que ella no había reunido aún para decir “hey, deberíamos bailar”. Como sea, ya se daría la ocasión.

Jethro se reacomodó en su asiento, subiendo su pie derecho para apoyar su maléolo exterior sobre su rodia, por lo que su pie quedó ligeramente colgando y se balanceaba pues la pierna que usaba de soporte no dejaba de moverse. La noche no había avanzado demasiado y por suerte no estaba tan aburrido como había imagino estaría apenas llegar, las bebidas que servían y los aperitivos que llegaban justo cuando uno lo deseaba eran más que influyentes a quedarse. Pero tampoco podía desmerecer y decir que la sublíder Swaney había sido una mala compañía, no, todo lo contrario, había sido una maestra en manejar su carácter y en parte él había congeniado muy bien con el de la pelirroja. Ahora se habían separado, la chica excusándose para ir al tocador por cosas que el Irlandés ni siquiera le preguntó y la dejó ir, fue entonces que se estableció en el privado que ahora ocupaba cómodamente en solitario.

Volteó la vista a su copa vacía, era el segundo que bebía. Ahora miró el ambiente del lugar y de nuevo se topó con las miraditas que unas chicas le estaban dedicando desde el preciso instante en que cruzó el umbral junto a Bloussard que separaba el salón principal de ese lugar, más próximo a los jardines. Había escuchado perfectamente su nombre de los labios de las muchachas, pero él trataba de ignorar los ánimos que se daban entre ellas para ir a hablarle "aprovechando" que su compañera le había dejado. Como se acercaran, Kelleher iba a ser de todo menos sutil.

Pero justo a tiempo Aimée hizo acto de presencia a lo lejos, que cuando llegó a su lado se incorporó en el asiento. El bufido que soltó Jethro por su comentario ni siquiera lo trató de hacer pasar desapercibido, sabía que su rostro decía suficiente acerca de su molestia como para fingir un burdo intento de mentir.— No es gracioso, Aimée —aseveró él con un suspiro. La idea que unas chicas estuviesen nadando en nervios por su culpa no era algo que realmente le hiciera sentir bien, todo lo contrario.— No comprendo cómo puede paralizarte tanto el querer pedir un simple baile, la respuesta no cambiará —miró en esa oportunidad al grupo de chicas y ellas, sorprendidas por su repentina acción, fingieron horriblemente el verse entre ellas y actuar una conversación de la cual ninguna compartía un tema en común.— Había un chico esperándote fuera del baño, ¿Sabes? No lo notaste y pasaste de él sin más —le dijo regresando su vista a ella. Jethro se había fijado porque, coincidentemente, justo había volteado a ver en la dirección en la que venía la chica para ver al joven que había estado ya un tiempo parado cerca de la puerta sólo para gesticular un rostro de decepción por no ser escuchado para nada.

Cuando la habían invitado a la gala Bithaen, informándole que debía llevar a un joven escoltándola por ser sublíder de una fraternidad, honestamente, entró en pánico. Después se molestó consigo misma por no controlar la situación de la mejor manera y se dispuso a buscar al acompañante ideal. Lo primero que pensó fue: Nixon. Era su mejor amigo, podrían ir bromeando en todo el camino y pasar una noche como cualquiera, olvidándose de que esa gala era probablemente el baile más esperado del año. Pero él no estaba disponible, por supuesto; y fue entonces que Aimée tuvo que enfrentarse a sí misma, ajustarse mejor el cinturón y afrontar al chico al que realmente quería invitar. Había escuchado mucho de Jethro por parte de Scarlett y el Besten, pero nunca había tratado con él en primer plano. Por anécdotas ajenas, no parecía ser un chico en extremo amigable o alguien fácil de congeniar; pero al encontrarse riendo por las primeras palabras emitidas por el chico desde que había llegado del cuarto de damas, se arrepintió de no haber establecido contacto antes.

—Eso dices tú porque no las escuchaste planear la manera de emboscarte cuando pasaste por su lado. Podrían ser buenas estrategas si decidieran unirse al ejército —dejó que su mirada vagara por la habitación hasta encontrar a las chicas, curvando los labios en una sonrisa escondida por su copa de chamagne. Tragó el líquido con parsimonia, posando la copa contra su rodilla antes de contestar a sus siguientes palabras. —Bueno, tú obviamente nunca has sufrido de inseguridad femenina. Es bastante difícil invitar a un chico a bailar. Supongo que es más por el estigma de que son los chicos los que deben dar el primer paso… y si a eso le agregas los problemas de autoestima de cada chica, es más complicado aún.

Frunció levemente el ceño cuando recibió la información de cierto chico queriendo hablar con ella y no pudo más que buscarlo con la mirada. No sabía a quién esperaba encontrar. Sabía que Aaron no estaría ahí esa noche porque Danielle había tenido cierto problema (planeaba ir a la fundación al día siguiente antes de partir a Suiza), y aun si lo hubiera estado, dudaba mucho que la estuviera esperando para hablar con ella. ¿Quién más podría estar interesado en saludarla? ¿William, tal vez? ¿Steven? Nixon parecía ocupado con los amigos de Emma como para prestarle atención a ella o a Jethro, así que esa idea podía ser descartada. Al no encontrar a nadie, se encogió de hombros, mirando a su acompañante.

—No tengo ni idea de quién me hablas. Si hubiera querido interceptarme, lo habría hecho. ¿Recuerdas su apariencia? —no tenía interés en hablar con alguien más en ese momento, pero suponía que podría buscarlo más tarde para disculparse.