fear is a strange soil (which flourish underground) —Dexter.

No es altruista, no es abnegado, y parece no encajar en ningún estereotipo que pueda definirlo (o termine haciéndolo muy mal). Le siguen preguntando por qué motivo fue aceptado en Reaben—él responde que le gustó el ambiente que se mantenía en la fraternidad, y que habían plazas disponibles. Los que le evaluaron debieron pensar que lo merecía.

Intelectual y de un temple hedonista, relativamente difícil a la hora de congeniar, mas eso no lo hace un intratable por completo. No se coarta ante opiniones, son sus conclusiones las que tiende a seguir y por las que se fía, y al parecer toda esa impresión de rebeldía siempre acaba dando una imagen disyuntiva de su persona. La gente siente recelo ante la calidad de su personalidad, con aquel temperamento que da cabida a dubitaciones (y mucha curiosidad), a veces poco complaciente y sobretodo pragmático, pero si hay algo seguro en él, es que es una especie de gran idealista. De eso se trata la dicotomía tan marcada entre sus actitudes: Responde tan indiferente o peor como consecuencia de la constante desconfianza que siente (cree que todo en el mundo es perfidia y que en esencia, sus habitantes están podridos) y no se desencanta por mostrar empatía, pero sí cortesía, hasta que note que verdad vale la pena introducir la mano en la hoguera. Después de cuidadosas inspecciones, el bohemio muchacho ofrece su protección y apoyo a aquello que considere noble.

Dexter no se caracteriza por la zalamería, conserva un gran sentido del honor y en cuanto a pensamientos, es alguien de conceptos clasistas. Cree en la lealtad pero no profesa ninguna, aprecia la amabilidad pero no la ejercita personalmente, pese que hay siempre excepciones para ésto. No solicita favores y quienes lo hacen (y que realmente le conocen), quizá cometen el mal tino de depositarle demasiada confianza: Caballeroso, mas no dócil, rara vez puede preverse cómo actuará, y si es provocado, aunque procura no enzarzarse en discusiones, no se detendrá hasta salir victorioso. Es competitivo, pero prefiere ignorar la violencia como alternativa; sabe que podría sufrir un desliz si llegara a tornarse muy persuasivo. Opta por deliberar mil veces antes que cometer una sola acción.

Nadie, sólo sus familiares, conocen la condición que le asedia, que es responsable y la única que puede excusar su comportamiento impersonal. Suspicaz, analítico, humorístico, impenetrable, curioso hasta niveles insospechados, quizá un poco manipulador, cuidadoso y cuyo recurrente desinterés puede pasar a la perfección como inocencia. Vive con la noción diaria que los sucesos de antaño revivirán, y ese es uno de los mayores miedos que abriga. No puede evitar estar en vigía permanente y, hasta ahora, está convencido en no permitir que nadie lidie con sus demonios junto a él.

▲ Gustos: No se prohíbe ningún tipo de comida, y es un milagro de la genética que a pesar de todo lo que ingiere, mantenga una figura sana y casi fibrosa. La mayoría de las preparaciones le complacen y su apetito es más que voraz en ese aspecto. Principalmente por eso es que le caen de maravilla las personas que cocinan. Se le inculcó el hábito de mantenerse en forma y ahora disfruta de ejercitarse un par de horas cada día. Es creyente de la importancia del humor satírico en una conversación y no evita decir mordacidades. Tiene inclinación por la noche, prefiere movilizarse cuando el paisaje ya es nocturno y no se pierde un solo día para contemplar cualquier fase que la luna tenga. Le gusta su café plenamente negro y, en la confidencialidad y el buen humor, con una única cucharada de azúcar. Siente algo increíblemente tranquilizador al dormir al aire libre, por lo que acampa continuamente o duerme con una sencilla colcha en el exterior. A veces le cuesta reservar una sonrisa ante la candidez de alguien. Toma fotografías a raudales, es un pasatiempo que no piensa ejercer profesionalmente, pero disfruta en demasía. Avezado a cuidarse por sí solo, aprendió a cocinar y es un entendido de la materia; no le molesta cocinar en compañía (si no se ve interrumpido); pone especial atención en cada platillo.

▲ Disgustos: Su sueño es ligero y esporádico, difícil de conciliar, por lo que le fastidiaría cualquier cosa y/o persona que le despertase. Suele rehuir los lugares con un viciado olor a tierra. La invasión a su espacio personal, cuando tienen propósitos pseudo-amenazadores, favorece su mal humor. Tiene un grado bastante obtuso en cuanto a tolerancia por el retraso y las interrupciones en general. Alguien con tres dedos de frente debería saber cuán mal resultan las cosas si obligara a Dexter a saltarse alguna hora de comida. No soporta que se inmiscuyan en asuntos concernientes a su pasado. Se abstiene de responder preguntas que considera innecesarias. No podría sentir más desprecio por las verborreas, aunque hay quienes lo adoptan como un reto. No le gustan las aglomeraciones sociales ni concurrir a ellas tanto como su facilidad para expresarse tiende a hacer creer. No siente simpatía alguna por el desorden. Viajar en automóvil le causa tedio y puede acrecentarse hasta el pánico. La psicología le aburre y lo admite abiertamente. Los mohínes jamás, ni por asomo, le han parecido tiernos.

▲ Debilidades: Le es difícil depositar confianza, aún si alguien la mereciese. Aunque no lo admite, estar en contra de su familia le produce pesadumbre y amargura. No sabe tomarse un respiro. El sólo pensamiento de su trauma le reduce.

▲ Fortalezas: Tiene un gran nivel de compromiso. Es combatiente y determinado. Cree en la justicia. No escatima en la utilización de su razonamiento, pues cree que es su principal blindaje. Su memoria es ágil y sus remembranzas nítidas, con una retentiva sagaz.

▲ Manías: Duerme con un puñal bajo la almohada, que no es de gran tamaño, pero sigue siendo filoso. Debe ocupar asientos contiguos a una ventana. Prefiere su cabello desarreglado. A diario, algo debe darle constancia que se encuentra en la superficie. Suele sumirse largos lapsos de tiempo en sus pensamientos.

▲ Fobias: Claustrofobia, sobretodo en construcciones subterráneas.

side a

A los Ravenscroft no se les podía dar otro titular más que una estirpe de gran planificación y resonancia. El cabecilla de la familia, Leander; Sr. Ravenscroft, poseía un puesto en la Cámara de Representantes de Inglaterra, un Conservador cuya personalidad se empapaba de renombre. Ese linaje, de igual forma, perseguía corrientes políticas inmediatas. Antonina, la madre de Dexter, ejercía como profesora en Ciencias Políticas, y otros miembros del árbol genealógico se les adjudicaban intereses similares. El futuro ya había sido proyectado para Wagner: Suplantaría a su padre estudiando una carrera que abarcara similitudes a la práctica principal de los suyos.

Ese destino que le deparaba se nutría de su genio tempranamente explotado. Cuestiones como ser adelantado dos años en primaria, adiestrarse en el arte de tocar un instrumento, tener facilidades en raciocinio y concepción de opinión personal le hicieron ver a ambos padres que se trataba de un niño con aptitudes naturales (y muy útiles si debían encaminarlo a un rubro simpatizante con sus propias profesiones). Con quince años se graduó de bachillerado y si se hallaba en la cúspide de las oportunidades, su descenso fue tan abrupto como, a palabras de ambos progenitores, desconsiderado. Rebatió las intenciones de sus padres, enfrentando sus aspiraciones, y la escisión que aisló a la familia no logró encaminar a Dexter al camino que todos quisieran: Eligió la Genética como profesión y se afianzó a su ideal con el empecinamiento característico de un Ravenscroft. A los veinte obtuvo su título y, con el fin de un contrato en un laboratorio privado y su decisión por no renovarlo, cumplidos los veintrés se alistó para cursar nuevamente la vida universitaria. Obtendría su segunda carrera, bioanálisis, en Nightove University.

side b

A los Ravenscroft no podían no se les podía dar otro titular más que una estirpe de gran planificación, resonancia... Y corrupción. El cabecilla de la familia, Leander; Sr. Ravenscroft, además de ser parte de la Cámara de Representantes de Inglaterra, era un Conservador que a grandes rasgos resultaba un impune. Típica dualidad la que vivía el hombre, con un renombre en la superficie y otro debajo de la mesa. Malversación de dinero y bienes, inversiones y compra de acciones a pequeña escala que recibían justificaciones legales. La diplomática familia inglesa acogía, entre aquellos, más secretos que Dexter resueltamente ignoraba.

Es probable que todo lo que le fuera omitido sea el causante de su desgracia. Dexter jamás se ocupó de escudriñar lo que atañía a su familia porque confiaba en su limpio estatuto. Las acciones de su abolengo, no obstante, indirectamente, catapultarían a Wagner a la fatídica noche de mayo. Sempiterna y terrorífica, una remembranza que la causa picor y que no termina de irse.

Su rostro apaleado se había deformado en sudor cuando se supiera ubicado en aquél minúsculo—¡más y más, mientras transcurría el tiempo...! —vehículo. El bombillo en el techo arrojaba una franja de luz que parpadeaba en cada vez más frecuentes períodos, hasta que el infierno se aupara en la oscuridad. Un lugar hermético y silente, así debía de ser el averno. Dexter fue un esperado pesimista. Suplicó por su vida, tuvo pánico y el cansancio le meció hasta dormir hipando. En su sueño visualizó su final y la realidad que le esperaba al desperezarse era similar; cercana a su muerte.


Tres metros bajo tierra. El coche había sido enterrado en tres metros de tierra humedecida especialmente para compactarse con el paso de las horas. Su salvamento sucedió poco tiempo antes de sucumbir a un sofoco, cuando aún no despuntara el alba, pero las repercusiones comprendieron más que alerta social y compasión a los involucrados. Dexter fue diagnosticado con un trastorno psicológico, producto del trauma al que fuera expuesto a los veintidós (por el cual declinara la reposición de su cargo como investigador). Inevitablemente, los acontecimientos argumentaban a favor de las sospechas que acogiera e hilvanara en las noches cuando el sólo sueño le acobardara.

Los meses de terapia le suministraron una consciencia que interpretara de nueva cuenta todo lo que diera por sentado. Con la modesta pero suficiente cantidad de dinero que acumulara por su empleo se mudó a Evesham, donde piensa incorporarse como estudiante universitario y, con trabajo ininterrumpido, destapar aquella subrepticia faceta de su familia. Fuera él mismo un Ravenscroft o no.

▲ Familia:

• Padre: Leander Ravenscroft.
  
• Madre: Antonina Ravenscroft.
  
• Hermano/as: Desconocidos.
  
• Otros: Tíos y primos.
  
  

▲ Padece de TEPT, o trastorno por estrés postraumático, producto de lo que tuvo que sufrir. Debe asistir a desensibilización sistemática, haciéndolo reticentemente, aunque su terapeuta lo calificó, según su evaluación actual, como alguien socialmente activo y con cabales en mejoría.

▲ Tomó clases de piano desde los siete hasta los veintidós años. No se ha visto interesado en incluirse en alguna otra tutoría en Evesham, pero no lo descarta. También toca la armónica.

▲ Confía que es nihilista y se siente representado por susodicho.

▲ En su niñez y gran parte de su adolescencia fue obligado a cursar dictados de lenguaje. Así, pues; además del inglés, sabe alemán, suizo, turco y aprendió lo rudimentario del griego. Su madre, nacida francesa, solía impartirle pequeñas clases, pero jamás mostró tanta inclinación por ese idioma.

▲ Es diestro en el skate, y cuando debe recorrer pequeñas distancias, prefiere hacerlo en patineta. Su padre le hizo albergar cariño por las motocicletas (teniendo dieciocho años, le obsequió una) y se desplaza en ella, antes que nada, cuando debe ir a lugares más remotos.

▲ A partir de ciertas amistades, tiene conocimientos sobre la informática. Su temporal trabajo como investigador originó interés por la tecnología en general, a veces asiste a exposiciones y se muestra conocedor a la hora de desenvolverse con algún artefacto.

▲ No tiene una perspectiva a largo plazo. No sabe qué hará tras conseguir su título en bioanálisis.

▲ Aún mantiene contacto con sus padres, pues reconoce que no le convendría desentenderse de ellos.