† BREZHNEVA, Pressia L. | ID'.

La vida es una mierda, y Pressia no se molesta en ocultar la repulsión que esta le produce. Apoya el libre albedrío como algo digno de alcanzar, algo que todo el mundo debería hacer; suéltate la melena, coge una botella del licor más fuerte que tengas y grita al de ahí arriba que no va a controlar tu vida. Esa es la política de la rubia con sonrisa arrogante y frívola. No se esfuerza por ser educada, tampoco pretende ser la chica perfecta, es una hija de puta que no lo oculta con falsedades y reticente educación. No es una princesa sin corona, Pressia seguramente se presenta como la bastarda de turno, la chica que te mira como si quisiera matarte por fijarte en ella, ese tipo de personas que podrían clavarte un cuchillo por la espalda si tuvieran ocasión.

Mala estudiante, vaga y extremista. No seguía por puntos neutros y siempre va por extremos. Blanco, negro. Frío, calor. Arriba, abajo. Una montaña rusa de momentos que guían su vida. Alcohol, alguna que otra droga y sexo. Excesos que decoran sus hazañas. No es de las que tienden su mano si necesitas ayuda, no le importas y esto es así de simple. Lo que hagas con tu vida le importa una mierda, si estas agonizando en la calle ya puedes tener la suerte de que no pase ella cerca porque te ignorará y te dejará a tu suerte. ¿Mala? Ni siquiera para a pensarse si lo es. Hace oídos sordos a las críticas, a todo lo que puedan decirle sus compañeros e incluso su familia. Vive libre, sin jaulas que la encarcelen. Hace lo que quiere, cuando quiere, y cómo quiere. ¿Quieres caerla bien? No te metas en sus cosas y ella te dejará tranquila, ¿es tan complicado de entender?

¿Cómo es esa expresión? Más basta que unas bragas de esparto, ahora la entendéis o -al menos- deberiáis hacerlo. Es una chica malcriada que podría haberlo tenido y ha acabado tomando el camino equivocado. Esa hija de papá que se ha soltado de su ala y ha acabado abrazando el mundo oscuro que oculta la noche. Directa, siempre va al grano, sincera hasta rodar la mala educación y si sus palabras te duelen, te jodes. No hay más. Si quieres a alguien con quien mantener una conversación normal, la puerta está detrás de ti porque, cielo, aquí eso no lo vas a encontrar. Extrovertida, atrevida... Capaz de hacer puenting sin cuerda si alguien la reta, capaz de recorrerse el mundo entero si alguien le dice que es incapaz de hacerlo. Vive por y para ella. ¿Amiga de sus amigos? No te creas, es capaz de venderte al mejor postor. Desconfiada por naturaleza aunque tampoco tiene nada que ocultar, lo mejor es que desconfíes tu también de ella. Así nos ahorramos cualquier mal futuro.

Irresponsable, loca, imprudente, desenfadada y con un sentido del humor muy negro. Señoras y señores, hemos encontrado la joya de la corena. Una joya negra y llena de polvo, eso sí.

▲ Gustos:

• Le encantan los retos.
  
• Alcohol. Mucho alcohol.
  
• Fumar.
  
• Dormir.
  
• LSD, o cualquier tipo de sustancias de ese tipo.
  
• Sexo. Un polvo le viene bien a cualquiera, ¿no?

▲ Disgustos:

• El deporte.
  
• Esas típicas niñas de papa. Lo contrario a ella, las pijas.
  
• Su familia, más o menos.
  
• Ella misma.
  
• Quedarse sin tabaco.
  
• Quedarse sin alcohol.
  
• Quedarse sin cualquier otro vicio.

▲ Debilidades:

• Su hermana pequeña, la única de su familia que se libra de su desprecio.
  
• Su cigarro de las mañanas.

▲ Fortalezas:

• Quizás, de la misma forma que su debilidad, su hermana pequeña.
  
• Pensar que, seguramente, su padre la odia. Curioso que ese pensamiento sea una fortaleza, ¿no?

▲ Manias:

• Morderse el labio inferior.
  
• No suele llevar el pelo suelto.
  
• Las uñas las tiene destrozadas, siempre se las muerde.

▲ Fobias:

• A su propio padre.
  
• Siempre lo ha pensado. Tiene miedo de que alguna vez acabe dándole una sobredosis de la cual no sea capaz de salir.

La flamante Suiza, con sus paraísos fiscales y con más secretos de los que el pequeño país puede albergar. Pressia nació como segunda hija del matrimonio Brezhnev, estos esperaban ilusionados este nacimiento. Ya tenían la 'parejita' mixta. Niño y niña. Kurt, un pequeño y tímido muchacho de apenas dos años y Pressia, una muchacha que ya apuntaba maneras a ser la alborotadora de la casa por cómo inchaba sus pulmones al llorar y gritar pidiendo atención. Eran un matrimonio normal, al menos lo suficientemente normal al hecho de tener una posición económica bastante elevada. Él, trabajando en una importante empresa internacional con edificios distribuidos por todo el mundo y ella, una de las cirujanas más importantes de Suiza. Ya ves. La joven de cabellos dorados había nacido con un pan debajo del brazo, como se suele decir. Apenas tenía un año de vida y ya lo tenía todo, rodeada de lujos.

Su infancia pasó rápidamente, la niña entre vestidos y cuidados. ¿Cuidados? A los diez años se dio cuenta de que las atenciones que le daba su padre no eran las atenciones que un padre debía dar a su hija. Esos gestos cariñosos eran... Demasiado cariñosos. Y un día se lo dijo, recibiendo a cambio una bofetada. Me caí, fue lo que su padre le obligó a decir ante su madre preocupada por ella. Y ahí empezó su pesadilla. Porque no es oro todo lo que reluce, y debajo de la apariencia perfecta a veces se esconde un monstruo. Pressia no temía a los monstruos que se escondían debajo de la cama o en el armario, temía a su propio padre. A los doce años su madre se quedó embarazada y la joven ya había sufrido más de una paliza a manos de su padre. Y en todas ellas la misma escusa: caí. Nadie sospechaba, ¿quién podía hacerlo? La llegada de Natalie al seno de la familia fue un soplo de aire fresco, los golpes cesaron... Unos años. Pressia se aseguró de proteger a la pequeña Natie de su padre, se lo prometió a sí misma aunque la más pequeña contaba con la protección de su madre. Veinticuatro horas encima de ella.

Tenía catorce años cuando Andreas volvió a pegarla. Su empresa sufría en aquellos tiempos una crisis y la frustración la pagaba contra la pequeña Pressia que no tenía forma de protegerse. Entonces fue cuando pasó la raya a los quince años, cuando el padre de Pressia se ganó el odio total de la rubia, cuando empezó el odio de verdad. Abusó de ella, tal cual podéis imaginarlo. No se lo dijo a nadie, por supuesto pero el resentimiento estaba ahí. Rezaba y nadie escuchaba sus plegarias. Empezó a juntarse con mala gente, a beber, a dejar los estudios de lado, a meterse en peleas callejeras y a plantar cara a sus propios miedos. Dijo basta a los diecisiete años, y basta fue. Se lo contó a su madre, su pequeño secreto. Un secreto que compartirían juntas, prometieron no decírselo a nadie.

Katherine ante la noticia, decidió divorciarse. Andreas entró en cólera pero firmó los papeles del divorcio y, por suerte, los hijos fueron a parar con su madre. Dónde debían estar. Pressia pareció respirar tranquila pero siguió el mismo camino. Las heridas del pasado siempre permanecen, estan ahí aunque parezcan curadas y no fue capaz de salvarlas. Seguía en malas compañías, no quería volver a estudiar aunque logro sacarse el instituto con unas notas pésima y su conducta empeoraba, aunque nunca con su hermana o su madre pero su padre y su hermano eran de otra pasta. Al primero lo odiaba por lo que la había hecho, por cómo destrozó su infancia, y a su hermano empezó a odiarle por culpar a su madre de la separación. Él no sabía realmente el por qué de todo aquello. Capullo.

Y entonces, un año y medio después, vino la catástrofe. Fue accidente, normal y corriente. El coche de Katherine dio un giró brusco en una curva, el asfalto mojado no ayudó para impedir el accidente. La madre de Pressia murió en el acto y la rubia, en un parpadeo, estaba haciendo las maletas para ir a vivir con su padre. Su hermano se había ido a Evesham, en Inglaterra a estudiar, y ella estaba sola -junto con su hermana pequeña- y aquel monstruo. Tenía miedo, ¿para qué negarlo? Las noches siguientes a su pérdida fueron horribles, tan horribles que un día acabó interna en el hospital en coma etílico. Pressia sólo tenía diecinueve años. Y ahí estaba.
Fue su hermano quién sugirió que la mandaran a Evesham, creyendo ser capaz de enderezarla. Su padre, sorprendentemente, aceptó. Pero Pressia no quería irse, su hermana quedaría desprotegida entonces. E hicieron un trato: ella no hablaría si él no la tocaba. Y así fue a Evesham, a tratar de sacarse la carrera de interpretación y traducción de idiomas. Fácil para ella, los idiomas es lo único que se le da bien en este mundo. Habla todos los días con su hermana pequeña, absolutamente todos los días, antes de colocarse o de emborracharse. Es lo único que la importa. Y suspira tranquila al ver que ella está bien. Le gustaría salir de el hoyo en el que se encuentra pero, para ser sinceros, no quiere. Quiere seguir dónde y cómo está, aunque eso acabe desquiciándola.

▲ Familia:

• Andreas Brezhnev | Padre | Vivo.
  Otro hijo de puta más en la familia. Un cabrón ambicioso que pronto perdió el respeto de Pressia. Lo odia, desea su muerte más que nada en el mundo pero -seamos sinceros- gracias a él tiene dinero.
  
• Katherine Bodianova Brezhneva | Madre | Fallecida.
  Ella se fue y dejó una familia destrozada, literalmente. Era especial, diferente para Pressia. No olvidará nunca su sonrisa despreocupada y era la única de su familia que -a su parecer- la protegía de todo lo malo. Y ahora, sin embargo, a Pressia se le cae la cara de vergüenza cada vez que piensa en ella, está segura de que Kate no está nada de orgullosa de ella.
  
• Kurt Brezhnev | Hermano mayor | Vivo.
  No es un capullo como tal, aunque para el caso... Un imbécil, un hipócrita. Su hermano mayor, aquel que cree saberlo y lo desconoce absolutamente todo. Estudia en Evesham también, y se cree capaz de llevar a Pressia por el buen camino. Pobre ingenuo.
  
• Natalie Brezhneva | Hermana pequeña | Viva.
  Sólo hay que ver como se ilumina el rostro de Pressia cuando está con la pequeña Natie. Su preferida. Con ella actúa como una verdadera hermana mayor, y trata de ocultar sus vicios a sus ojos, no quiere que acabe como ella... Eso lo tiene claro.