— One cold damp morning the world stood still | Jackie

there's madness here today

Casa Schertz | 24/05 | Nublado | Jackie&Juliette | 10:00am | Atuendo

"Y dejé que el sonido del viento me sumiera en el silencio. Diapasones amargos anunciaban su llegada. La bruma se estaba acercando. En otro tiempo hubiera dejado que está dominará mis sentidos, cegando y mutándome ante la realidad, pero ahora no tenía más opción que dejar que la niebla de mis lamentos inundara mi mirada, agonizante sin poder ser expulsada. No podía llorar, no podía gritar… No había escapatoria."

Juliette ladeo su mirada hacia el cristal de la ventana, intentando encontrar en el exterior el alivio a sus angustias, pero las calles estaban vacías, anunciando que también lo estaban sus oportunidades para alegrarse el día. La decisión había sido definitiva y no había nada más que pudiera hacer; replicar, llorar o seguir quejándose al respecto no iba a cambiar el rumbo que tomaría su destino los próximos 4 años -quizá más-, el juicio se había levantado y la sentencia dictaminado. Aquello no había sido una democracia.

Pero ya no valía la pena seguir escribiendo sobre lo que sentía, así que cerró el ordenador y se levantó de su asiento mientras retiraba las cristalinas gotas de llanto que se habían aglomerado en sus parpados, no permitiendo que ninguna de estas se derramara. La simple idea de no haber tenido voz ni voto en lo que sería su futuro, le frustraba. Más que eso, la enfurecía y, aunque lloraba por la angustia, el enojo no la dejaba concentrarse en ninguno ni otro sentimiento, lo que le incomodaba e irritaba aún más. ¿Podría haber algo peor que eso? No, sus profundos suspiros lo confirmaban, así como sus pesadas pisadas buscando irritar a su madre en la planta baja, aun cuando ya no quería hacer ningún berrinche por la situación. Pero le costaba no sentirse indignada mientras su espíritu de justicia le gritaba: ¡Revélate! Sin importar que y sin importar a quienes destruyera en el camino.

Entre ellos esos quienes se encontraba ella, Jaqelyn. Su agresiva, fría e irritante hermana gemela. No importaba cuan parecidas fueran, ellas eran dos polos opuestos que tenían el mismo cuerpo, la misma mirada, el mismo cabello y la misma altura, pero no más que eso. La odiaba la mayor parte del tiempo y en aquel instante deseaba hacerla desaparecer con su mirada. Después de todo, aunque Lily -a cómo ella la llamaba- no había sido culpable de lo que ahora era su prisión mental, sabía que había contribuido a la situación y deseaba matarla por eso. Tanto que sólo imaginaba una y otra manera para destrozar a su defectuosa imitación y no volver a preocuparse porque la traicionara como lo había hecho. Quizás eso era lo que más le irritaba de toda la situación.

― Lily, ¿a qué hora va a salir el tren? ―cuestionó con un hilo de voz, buscando con la mirada el cuerpo de su hermana. En aquel momento se encontraban en la misma habitación, alistando los últimos detalles del equipaje de ambas para la primera noche que pasarían en casa de Benjamin y para que su madre enviará lo demás la mañana próxima.

Y ese era el motivo de su melancolía. Viajaría y se mudaría esa misma tarde, por lo que ese era el último día que estaría en Londres, que vería a su madre y que compartiría la mesa con su hermana. Dentro de unas cuantas horas las gemelas llegarían a Evesham, para cursar la universidad, y la idea de tener que dejar Londres, su ciudad natal, sus amigos, sus escondites de la realidad y a su pareja, era lo que le daban ganas de darse un disparo. No era justo, al menos no para ella.

Pero el tiempo no pasaba volando, al menos no para Juliette. Dudaba mucho que Evesham pudiera darle lo que le daba Londres, después de todo, Londres era la ciudad de lo inesperado, dónde todo podía pasar y dónde todo sucedía, una ciudad fácil de reconocer que te proporcionaba hasta lo más inesperado. Además, ¿fraternidades? ¿Desde cuando existían las fraternidades en Inglaterra? Esa universidad no podía ser la mejor, y ni siquiera entendía porque su padre se había mudado allá. Tantos lugares en el mapa y había elegido el que nunca había sido tocado por la mano de Dios. Suspiró. Jackie era tan parecida a él. Siempre tomando las peores decisiones. Se alegraba profundamente, al menos ese día, de saber que su madre se había divorciado de él.

Asintió ante la respuesta de su hermana y observo su celular. Aún faltaba demasiado para marcharse. La espera la impacientaba, quería acabar con eso de una vez. Mordió su labio inferior y volvió a suspirar por enésima vez mientras caminaba de un lado a otro por la habitación. Sentía unas inmensas ganas por cocinar algo y fumar un cigarrillo, pero ni una ni otra eran posibles en ese momento. Sus maletas ya estaban listas, y la que usaría dentro de poco también. El no hacer nada y sólo pensar en la desastrosa solución que le condenaba le estaba poniendo los pelos de punta. No era buena para aceptar los cambios, no tan radicales como esos.

― Menos mal que no nos va a tocar en la misma fraternidad ― comentó de repente, tratando de ver el lado positivo de las cosas por un segundo. ― Aunque tampoco me siento muy motivada por eso de las fraternidades. Seguro que la administración es estadounidense, sólo un loco aprobaría tal división social. Creo que hubiera preferido no entrar a una... ― y continuó, las cosas positivas ya las había dejado atrás, comenzando a criticar todos los detalles que le desagradaban de la universidad, buscando simplemente poder hablar y distraerse un poco de sus pensamientos. Dudaba que no fuera a sacar de quicio a su hermana, pero aunque no lo buscaba, le era difícil no hacerlo.

Además, la idea de ver a su padre todos los días y tener que rendirle cuentas a un hombre que poco tiempo había pasado tiempo con ella, se le hacía de lo más extraño. Definitivamente no estaba lista para ese radical cambio. Pero su futuro era lo más importante y suponía que ese había sido el objetivo de toda esa locura. Rayos, ¡¿porque nadie entendía su posición?!