I. Destrucción Swaney | Trama Rebeal

El día había llegado, después de lo que fueron semanas de riguroso planeamiento por fin, los naranjas se harían sentir con la broma más pasada pero memorable en la historia de Nightove. —¿No crees que esto es… demasiado? —le replicó a Simon al ver la gruesa chaqueta petróleo que sostenía entre manos. Estaba plagada de insignias, solapas y claro no podían faltar las cinco estrellas por encima del bolsillo delantero de la chaqueta; el símbolo nazi fue reemplazado por la insignia de la fraternidad. Suspiró con pesadez al ver la determinación de su mano derecha, se quitó la chaqueta de cuero y se la arrojó a un novato e hizo lo mismo con la camiseta desgastada que portaba. — A ver, pasa— dijo con afán enfundándose la chaqueta, por lo menos iba a juego con sus típicas mugrientas botas militares. — El coso— dijo estirando la mano y alguien le pasó el típico sombrero militar del mismo tono gris de la chaqueta. Inspiró hondo antes de mirar al tropel que le acompañaba en aquella velada.

Los Rebeals y una considerable cantidad de Nadmeans voluntarios, se reunían detrás de los arbustos cercanos a la fraternidad rosa. La mayoría dispersos, conversaban con tranquilidad esperando las órdenes—¡Simoneta, De los Ríos, Jacobo! — llamó con rapidez — Me dirigen a los destructores del masmelo y nada de dejarme vidrios o astillas dentro de la fraternidad que tendríamos que barrer — buscó en los bolsillos de su chaqueta y encontró el manos libres ya conectado al móvil. Tenía que estar pendientes de las direcciones de Jude y Chiara, asegurarse que el cargamento de alcohol llegara, que los dealers estuvieran a tiempo y de no despertar al director o sería tostada búlgara en un santiamén. — Pachangeros, estén pendientes — llevó la mano al manos libres al sentir que su celurar chirriaba en el interior de sus bolsillos. — Chikorita repórtame — escuchó con atención en la otra línea, una fina sonrisa se dibujó en sus labios — Perfecto, avísale a Kendall— giró sobre sus talones y les dio una mirada general a todos. — Game on, bitches— alguien, no supo quién, no tardó en encender el ridículamente exagerado sistema de sonido de su auto y las primeras notas de youth gone wild hicieron eco en el campus.

Reglamento.___________________________________________________________________

• Este es un tema INS, sí me salió largo para ser súper instantáneo pero solo es por el post de apertura. La idea es que no se vayan de las 10-18 líneas así salimos rápido del tema y nos dedicamos en su totalidad a la fiesta.
  
• El equipo obligatorio a participar son los destructores del masmelo. Tanto pachangeros como los que raptan a la Polly Pocket pueden entrar para mirar el sacrificio y demás pero esto es netamente voluntario.
  
• Este es un tema exclusivo para Rebeals, Nadmeans & Swaneys
  
• Sin disfraz no hay post. Obligatoriamente todos tienen que venir disfrazados como hemos acordado previamente, la temática es santos y pecadores, be creative.
  
• Nada de tablillas de rol, la idea es hacer el post ágil.
  
• Ya saben que sin joder a ninguna rosita, les estamos cagando la fraternidad no a ellas xD
  
• No hay una secuencia exacta, va por orden de llegada. La frecuencia para que posteen es cada dos post ajenos y have fun bitches.

Había llegado el día señalado por Bonnie para lo que toda la fraternidad llevaba pensando semanas. A pesar de que ella no era partidaria de la violencia ni la destrucción, toda la fraternidad debía participar. Así que a la hora de asignarse tareas, se pidió la más sencilla: la vigilancia. Y, por suerte, no estaba sola, la acompañaba Jude. Cada uno con su teléfono movil en mano para avisar a la Führer en caso de que hubiera que abortar la "misión". Ya llevaban más de media hora en las inmediaciones de la Casa Swaney, observando y comprobando que ni el Director, ni los guardias de seguridad ni ningún profesor estaban por ahí. Chiar comenzaba a impacientarse de tanto estar en silencio y sin moverse. Era demasiado movida como para poder permanecer quieta y vigilante, así que cuando se hartó, encaró a su mejor amigo. - Yo creo que ya va siendo hora... no? - habló en un susurro, y en cuanto el chico dio su aprobación, marcó el número de la lider Rebeal. - Todo despejado, Führer, aquí no está ni el tato. - dijo, justo antes de colgar. Ahora a Jude le tocaba avisar a Kendall, y su labor estaría terminada. Una vez la líder Nadmean estuvo avisada, no pasó un minuto y el sonido estruendoso de youth gone wild comenzó a sonar, como un aviso de lo que se le venía encima a las Swaneys. Se colocó la capucha de su disfraz, iba vestida con una túnica como las de los monjes budistas, sólo que con un par de modificaciones personales... como un collar del que pendían un montón de hojitas de la marihuana que ella cultivaba en secreto.

A ella no le gustaba nada disfrazarse, pero de todas formas lo había hecho y se lo había trabajado. Vestida de Assansins Creed W.V, se acercó con dos hachas a la casa de las rosas. Nunca había estado antes allí -tampoco había tenido ninguna necesidad- así que aprovechando que ella era de las más delgadas, se coló por una de las ventanas que daban hacia el sótano para poder abrir la puerta principal al resto de sus compañeros. — Free pass, bitches...— les dijo a los que esperaban la puerta jugando con las hachas entre sus manos. Sin más dilación se acercó a la primera de las habitaciones, como era el salón y comenzó a destrozar ventanas, con el culo del hacha como si nada. Recordando las palabras de la líder sobre que algo de barrer, se pensó dos veces lo de ponerse a romper muebles, así que con total tranquila encendió la chimenea del salón y se puso a tirar todo lo que estaba por su paso: cojines, libros, figuritas, cuadros, enmarcaciones, cosas que eran rosas... tanto le daba.

Hacía ya bastante desde que se asentaron en las cercanías de la fraternidad rosa y el movimiento visible era realmente escaso. Durante todo ese tiempo se mantuvo a ojo avizor, con el aparato que Kendall le había dado en mano y de vez en cuando intercambiando algún comentario con Chiara, pero éstos nunca se extendían demasiado. Por suerte contaba con la compañía de la italiana que al igual que él había elegido esa tarea por ser la más sencilla y menos destructiva. Jude se había ofrecido voluntario debido a la promesa de Kendall de que podría sentarse tranquilo y fumarse un par de cigarros sin verse en la obligación de participar en el resto del alboroto. Estiró las piernas en el escalón donde se encontraba sentado para en seguida dirigir la vista a Chiara que después de un largo rato volvía a dirigirse a él. —Adelante, ésto está absolutamente muerto— señaló el muchacho con obviedad. Nadie merodeaba por allí, solamente ellos dos. Chiara marcó el número de Bonnie y tras la rápida indicación no tardaron en hacerse notar. A diferencia de la Rebeal, Jude se comunicó por un walkie tolkie. —Todo pronto, Hitler está llegando— murmuró con un cigarro en la boca que desentonaba claramente con el disfraz de conejo de pascua que llevaba puesto. La música resonó con fuerza en el campus, reconoció al instante la canción que sonaba. —¿Skid Row?— le preguntó a Chiara, sin duda aquello era un presagio de lo que sucedería en la noche.

La mejor noche de la semana, luego de días repletos de exámenes y trabajos llegaba la revolución contra las blondas, una noche inolvidable para ellas. Había preparado su trabaje durante unas horas, acomodándolo a su figura para permitirle mejor comodidad y teniendo la preocupación que no le delatara demasiado. Un viejo traje de Santa Claus había sido su selección perfecta, solo que en vez de un traje de tela y lana, era de cuero rojo y piel sintética. Preparó su bolsa con “regalos” hermosos para las barbies, huevos pudriéndose y otras cosas mal olientes. La sonrisa era imborrable en su rostro, todo estaba saliendo perfecto. Acomodado ya en su posición de combate espero las ordenes de sus nuevos líderes, buscando entre los arbustos algún rostro conocido… cosa difícil si estaban escondidos en trajes realmente extraños. Encendió un cigarro justo en el momento en que los gritos comenzaron a escucharse, esas chicas gritaban como si las estuvieran torturando, haciendo que Mijaíl soltara su bolsa y se tapara los odios (Cuidándose también de no quemarse con su cigarrillo).- Con un demonio, ni que las estuvieran partiendo en dos.- Comentó molesto aunque, irónicamente, aún seguía sonriendo. Tronó sus dedos y miró alrededor, revisando la hora en su celular.- Viene siendo hora que empiece el desastre ¿No? Santa se está aburriendo de esperar… - Tomó uno de los huevos con la mano diestra y comenzó a jugar con este, lanzándolo al cielo y agarrándolo con su gorro navideño.

Cuando las puertas y ventanas se abrieron fue uno de los primeros en entrar, lanzado los huevos a diestras y siniestra sobre las puertas, abriendo las ventanas para que los propios “bribones” no se intoxicaran con el pestilente aroma.- Dude! ¡Esto es asqueroso!.- Dejó la bolsa a un lado antes de empezar a romper cosas con una escoba.

Justo y necesario, claro que sí. Toda buena obra contaba con un excelente vestuario, no había duda alguna de que la puesta en escena conformaba una gran experiencia visual y con aquella premisa fue que me había pasado días en Londres buscando el atuendo indicado para Bonnifer. — ¿Es una puta broma? Ponte la maldita chaqueta que me costó una pierna conseguirla ¿Acaso no ves como estoy vestido? — con una gran convicción en mis palabras y un atuendo papal que respaldaba la falsa autoridad de mis palabras coloqué la chaqueta a la líder naranja cuando se deshizo de sus otras prendas. — Te queda pintada, Adolfa — comenté descostillado de la risa ante lo leal que se veía en su papel de Hitler, envuelta en escudos, solapas y la insignia de la fraternidad Rebeal.

Alcanzaba con alzar la vista para ver la inmesurable cantidad de devotos desplegados por el campus aledaño a la fraternidad Swaney, parecía que ibamos a la guerra o eramos algún tipo de organización no gubernamental a punto de asaltar un laboratorio lleno de animales de prueba para cosméticos. — Carajo — se escapó de mi boca el asombro al ver como seguían apareciendo más estudiantes. Un riff empezó a retumbar con potencia, lo suficiente para hacer que el suelo bajo nuestros zapatos resonara el himno de guerra de Skid Row. La puerta se abrió y lo próximo que vi fue una enorme ola de gente semi-armada que entró a destrozar todo lo que podía. — Voy a lamentarme por el numerito que me forzaste a montar...Ya sabes que estas cosas las voy dejando de lado así que considera mi parte de la noche como mi Magnum Opus — un vistazo al interior alcanzaba para ver como volaban por los aires sillas enteras, trozos de madera y a saber que otra partes de los muebles que adornaban la sala común.

Rompieron en insania, de la más pura y visceral. Junto con la canción la multitud pareció estallar en locura, les habían dado rienda suelta y ella era la responsable de aquello. Sin embargo no sentía remordimiento alguno, es más, le divertía ver como una de las ideas más desbaratadas que se le habían pasado por la cabeza cobraba vida. Avanzó con el resto de sus compañeros enardecida por la adrenalina que le corría por las venas denotándole los sentidos, se unió al bramido colectivo cuando Brooke abrió la puerta y el desastre ocurrió —Cuento contigo hombre— le dijo con absoluta seriedad — ¡Recuerda que vas a ayudar a Kendall con la Polly Pocket!— Alcanzó a entender a Sid en medio del bullicio y le ofreció una sonrisa ladina - ¡I need a fucking party boy man, tu ya eres simbólico con la promiscuidad! — exclamó por encima de los presentes. Pateó con fuerza destreza admirable una de las mesitas decorativas del sitio, viendo como el jarrón se fragmentaba en diminutas piezas y la mesa se descomponía al caer con un ruido seco. Elevó los puños al aire victoriosa — Esto es mucho mejor de lo que me lo imaginaba— dijo la chica y le dio una palmadita en el trasero a Simon de buena suerte y corrió en dirección a los dormitorios. En el camino le arrebató un bate a algún compañero y de una patada derribó la puerta endeble en tono pastel, escuchó los gritos de un par de Swaneys al verla plantada en su habitación — ¡Entren bastardos! — exclamó al entrar bateando con una considerable destreza los cosméticos sobre el tocador, las chicas saltaron despavoridas, mientras un número considerable de chicos entraban a la habitación a continuar con su labor. Con una sonrisa de par en par, emocionada, cual niña en Navidad siguió abriendo puertas de habitaciones y rompiendo cuanta cosa se le atravesara, aquello era el paraíso.


Lo siento de la emoción me salen largos .__.

Simplemente no podía estar más borracho… aburrido de que el condenado ataque no comenzara de una maldita vez, había comenzado a beber en silencio sin que nadie lo viese, más, no sin compañía, Ulrik estaba bebiendo también a su lado... esa mañana él le había dicho que no iba a ir a ninguna parte a “perder su tiempo”, pero John había logrado convencerlo… bueno, convencerlo, como convencerlo, no, pero se las había arreglado para que se disfrazara y fuera con el resto de los Rebeal a saquear la fraternidad de las Swaney. No había sido fácil, le había costado una dosis de escopolamina, que debió “conseguir” especialmente para esa ocasión, la había puesto una cantidad en la bebida sin que Ulrik lo notara, era el día de los inocentes después de todo, las bromas pesadas iban acorde. Él iba del muñeco que aparecía en Saw: un traje de etiqueta negro, y por supuesto, la inconfundible máscara, se había preparado con anticipación, era increíble que él, John S. Schuster se hubiese hecho algo que significaba una “obligación”, pero qué diablos, le encantaba la idea de disfrazarse e ir a molestar a esas conejas asustadizas.

Cuando al fin la Líder dio el visto bueno para comenzar con todo, John tomó bruscamente del brazo a Ulrik y lo arrastró hasta el salón que se hallaba ya en un caos total. Observó emocionado como todo el mundo se divertía, quemando, rompiendo, rasgando, etc, cada cosa que se les cruzara por el frente. Sacó el bat que había guardado en su chaqueta y se lo lanzó a Ulrik. –Veamos si puedes hacer un home run- Sonrió maliciosamente y le lanzó uno de los tantos adornos inútiles que habían esparcidos por toda la habitación.

¿Cómo mierda había terminado haciéndole caso a Schuster? No tenía idea… Normalmente, no le hacía mucho caso y resulta que ahora estaba disfrazado de Michael Myers, de las putas películas de Halloween. Estaba mareado, tal vez no debió beber con el otro Rebeal, pero no pensó sentirse mal por un par de cervezas. Había tirado la última botella cuando sintió el jalón en su brazo y se bajó la máscara para ¿no desentonar? Había un bullicio atronador y la música sonaba fuerte, haciendo imposible que se oyera con claridad. Siguió avanzando con Schuster y al entrar a la fraternidad se sorprendió de ver el desorden que ya había. Algo recordaba sobre no dejar vidrios dentro, así que cuando recibió el bate que el idiota con el que había llegado le lanzaba, se apresuró a salir por una de las ventanas ya destruidas. No le gustaba el béisbol, pero ya estaba allí.

Se sentía extraño, tal vez demasiado receptivo… pero a esas alturas importaba un carajo –Lánzala ya- respondió con rapidez, a la espera de recibir con el bate el primer adorno que John le lanzaba. Al estrellarse contra la fuerza con la que él impulsaba el bate, el estúpido adorno se rompió en un sinfín de trozos que se esparcieron cerca de él. Debía agradecer llevar puesta la estúpida máscara, porque sino, habría terminado con toda esa basura hiriéndole el rostro –¡Lanza de nuevo!- le gritó al chico por encima de la música, esperando otro adorno que mandar a la mierda.

Las ventanas habían acabado mucho antes de lo que se había esperado porque multitud de personas se habían arrinconado a ellas, pero Brooke se había entretenido lo suficiente con el fuego y cogiendo las patas de unas sillas destrozadas y una mesitas, creó unas antorchas improvisadas. ¿Cómo? Un poco de imaginación, tela de sofá, combustible y el fuego de la chimenea. Voilá. No era culpa suya si alguno más por ahí había decidido que sería divertido romper bombillas, lámparas y crear un espectáculo de fogonazos. Gracias, una vez más, a su inventiva consiguió disponer por el salón varias antorchas con tal de iluminar la sala un poco. — Demonios rebeal, no os queméis con el fuego. — comentó, aunque en realidad no lo suficientemente alto para nadie. Pasó cerca de Jack y su compañera de cuarto, Blake y se paró para observar la obra de arte que la muchacha morena estaba creando en la pared. — Después podemos arrancar la pared, y exponerlo en alguna galería. "La muerte de la nancy" o algo con más gancho. — agregó al final con una mueca.

Se tuvo que volver a colocar la capucha de Assasians de nuevo porque se le había bajado ligeramente, justo cuando una swaney salía despavorida de la casa. — No entiendo porqué no me dejáis quitarlas esa inocencia empalagosa. Si no las haré daño. — se quejó al aire, entornando los ojos con fastidio. Chasqueando la lengua y recogió una de las hachas que había guardado a cada costado. La aferró con una mano y comenzó a subir las escaleras hacia uno de los pisos superiores, oyendo gritos entre otras cosas. Arrancó las cortinas rosas de las ventanas y levantó la ventana para, efectivamente, hacer una horca y luego colgar la que sería la mascota de la fiesta. Quizás la dejaban colgar a una Swaney, pero lo veía un poco improbable. Así que se tendría que conformar con lo que tenía. — ¡MÜLLER! ¿HAS TRAÍDO LA MUÑECA HINCHABLE COMO TE DIJE? — le gritó, aunque no sabía a donde había ido a parar. Esperó a recibir una respuesta, si no la obtenía, raptaría a una rosa y la colgaría tras dejarla en ropa interior y pintarle el cuerpo con spray.

Me adentré lentamente hacia el interior del edificio Swaney cargando un pequeño paquete, era impresionante el caos que habían creado a solo unos diez o quince minutos de haber logrado entrar a los recintos rosados. Cortinas desgarradas, sillas, muebles e incluso las paredes habían sufrido un gran daño entre hachazos y pintura. — Carajo que están motivados... — dije, dando un par de vueltas por el lugar tratando de reconocer donde estaba parado, no sabía si era la entrada o el puto baño de tantos escombros de madera y a saber que otras cosas que entorpecían el paso. Divisé a la distancia los peldaños de las escaleras y aceleré el paso, evitando y esquivando proyectiles que salían de todos lados, me sentía en medio de una guerra víctima del fuego cruzado y como alguno llegase a golpearme me encargaría de sepultarlo vivo.

Oí como una voz gritó de manera desaforada y en un tono audible casi hasta la fraternidad Rebeal, claro que se trataba de Brooke quien parecía estar en un estado de frenesí total, vistiendo una capucha al mejor estilo Assassin's Creed y con los ojos que develaban un instinto destructivo un poco más anormal que el resto de las personas; Era una Rebeal de pies a cabeza. — Carajo Hardie ¿Por quien me tomas? — contesté de la misma manera acercándome a ella, ondeando en mi mano el pequeño paquete el cual abrí lentamente, había encargado a uno de los de la fraternidad ir a alguno de los sex shop de Londres para mandar a hacer ésta muñeca personalizada. Me paré a su lado y le pedí que tuviese un extremo mientras posé mi boca en el pequeño pitillo para comenzar a inflar a todo pulmón, revelando que lo que tenía ésta en particular es que a falta de una cara sin expresión estaba impreso el rostro de Drew, la líder Swaney. — ¿Contenta ahora? — pregunté con una sonrisa ladina, mientras cerraba la protección para que no se escapara el aire y giraba la muñeca para poder observarla con mayor detenimiento. — Es una jodida obra de arte, procura no reventarla con algo filoso — alcancé a decir mientras hacía entrega de la aclamada "mascota" de la noche.

Continuó su labor a cabalidad rompiendo y destrozando puertas de las habitaciones a su caminar, iba tarareando a su paso la letra de la canción que estuviese sonando. Los escombros a su paso se extendían por el piso a medida que las puertas y ventanas deshilachadas caían al suelo. Le dio un par de empujones a un par de Swaneys asustadizas que no hacían más que estorbarle. —¿Es que son estúpidas? ¡Lárguense idiotas! — les gritó a las chicas que temblorosas huyeron despavoridas. Comenzó a rasgar las cortinas lavanda del salón mientras escuchaba el retumbar de los adornos siendo rotos hasta los añicos, un pedazo de porcelana alcanzó a caerle encima haciendo un diminuto corte sobre su mejilla pero a ello ni se inmutó.

Alguien la llamó y dio la vuelta encarnizada ahora con un sofá, no sabía quién carajos había traído una moto cierra pero estaba tirada en el suelo y ahora cortaba muebles por la mitad como si fuera icopor. —¿Qué? — dijo molesta al verse interrumpida, el chico –que reconocía por ser uno de los encargados de manejar la comunicación en el operativo- le extendió un walkie talkie y se encogió de hombros sabiendo lo que significaba. — Pasa, ¿trajiste el megáfono o tendré que cagarme la garganta? — el chico negó y le pasó detrás de él uno de los megáfonos, servicial. Tomó ambos aparatos y se llevó la versión anticuada de teléfono celular al oído. — Saca esa moto cierra antes de que alguien se corte un brazo — le dijo al chico señalándolo con el megáfono, su atención regresó al aparato. —¿Todo listo Hammer? — preguntó y esperó a su respuesta. —Okay dahling, ya los coloco en orden—Buscó a Sid y se lo llevó con ella elevándose a una pequeñísima tarima en el salón, que no entendía la utilidad, aquello parecía una sala de debate. — Ya viene la virgen, te concedo los honores — dijo pasándole el micrófono. Dio un vistazo general y se sorprendió al ver como habían arrasado con todo a su camino, no había más que destruir en el sitio aparte de sus mismos cimientos. Enderezó su gorro militar y se plantó firme en acto teatral.

Lanzó por ahí las latas en cuanto se quedó sin pintura. Admiró su obra de arte durante unos segundos, ignorando el ruido de destrucción y gritos a sus espaldas. Ah, su maestro de Artes Visuales estaría tan orgulloso. Por un momento consideró lo que Brooke le había sugerido hacía unos segundos: arrancar la pared para llevarla a exponer después. Uhm... No era tan mala idea, pero eso le llevaría mucho trabajo y ella sólo estaba ahí para echar abajo la fraternidad rosa. ¿Dónde estaba Jack, por cierto? ¡Había dejado sólo a los novatos! Blake bufó audiblemente antes de empezar a reñirlos a voz de grito, pero entonces otra voz se escuchó por encima de la suya. Reconoció el chillido de su compañera de habitación y subió a donde se encontraban Brooke y Sid colgando en la ventana a la mascota de la noche. Rodó los ojos. Vaya que si les gustaba dar un buen show.

Cuando localizó a Bonnie, lo hizo en el mismo momento en que notó que, honestamente, ya no quedaba más por destruir. Comenzó a caminar hasta lo que parecía ser el nuevo punto de reunión, pero al pasar a lado de una habitación que tenía la puerta... bueno, más que abierta, destrozada, y encontró por fin a Jack. Tocó en lo que quedaba del marco y cuando obtuvo su atención, le sonrió. —Muévete, Unterweger. La Barbie reina está a punto de llegar. Ya podrás admirar tu obra de arte después —le regaló un guiño amistoso antes de seguir su camino hasta postrarse cerca de la tarima, sonriendo ante la expectativa mientras aguardaba pacientemente a que el verdadero espectáculo de la noche diera inicio.

Varias ideas se le cruzaron por la mente para poder colgar a la muñeca hinchable que ahora era Drew. Claro que había pensado más de una vez acercarse a la habitación donde la estaban torturando y arrastrarla hasta la ventana, pero el asesinato por ahorcar a alguien no estaba todavía dentro de sus planes. Sumida en sus miles de ideas revoloteando a la velocidad de la luz miró a Sid cuando estuvo a su lado. — Ni un beso, ni un magreo rapidito como saludo, ¿qué pasa contigo? ¿Quién es la otra? — perfiló una sonrisa entre inocente, curiosa y burlona. Levantó una ceja y no le contestó, esperando impaciente a que le diera lo que era suyo y cuando la vio, se llevó las manos a la boca teatralizando el momento y soltando un par de lágrimas de cocodrilo con la misma facilidad de alguien que le habían echado pimienta en los ojos. — Es... es... es precioso, Müller. — siguió con su teatro. Se reclinó hacia delante y poniendo una mano en la nuca del sublíder Rebeal le dio un beso a la francesa rápido, brusco y conciso. ¿Cerrar los ojos? Por favor, si se había aprovechado del momento. — Considérate pagado y libre de tus obligaciones conmigo, de momento. — le sonrió y así le despachó al resto de cosas que tenía que hacer.

Se encaramó sobre la ventana y utilizando las cortinas rasgadas, colgó a la muñeca Drew de la ventana de tal manera que pareciera que estaba ahorcada y la invasión de la casa Swaney había sido completada. Después aquello iría a la vitrina de trofeos de los Rebeal, o ¿por qué no? Directamente la usarían de veleta para ver por donde venía el viento; tenía que quedar en la prosperidad.

Me había tomado mi tiempo para pensar en la mejor forma de simbolizar éste momento y ¿Que mejor manera de hacerle saber a Nightove la soberanía de la alianza Rebeal y Nadmean que ridiculizando la cara visible de las rosadas? Espabilé del encanto grotesco de la vulgar muñeca, pintarrajeada excesivamente con labial para volver la figura mucho más burda de lo que ya era, viré la cabeza y le dediqué una mirada altanera al oír sus palabras. — Te estás quedando en el pasado, cariño. El cambio trae nombre y apellido así que mejor no me tientes, que es bastante difícil resistirse a la idea de meterte mano — contesté haciendo entrega del trofeo de la noche. — Por su puesto que lo es..Por quien me to- — no logré finalizar la frase debido a que sus labios estaban sobre los míos y su lengua exploraba con ímpetu el interior de mi boca. La miré un poco perplejo, le había dicho que había una persona pero no sé por qué creí que le importaría un carajo algo a ésta chica que solía reírse en la cara de todo y hacer lo que se le antojaba. — ¿La inspección de laringe fue gratis entonces? Que considerada, Hardie — contesté relamiendo mis labios.

Escasos segundos después de que Brooke terminase de colgar a la ahorcada muñeca de Drew apareció en escena la capitana del barco, luciendo más orgullosa que de costumbre al ver como el campo de batalla denotaba una clara victoria entre escombros, paredes pintarrajeadas y muebles completos reducidos a polvo. Acompañé a la morena hasta una pequeña tarima y fue allí donde me cedió el megáfono. Aquel fulgor en sus ojos era el combustible que mantenía la máquina Rebeal andando, di un par de golpes al aparato para comprobar que estuviese funcionando y vi como por la puerta principal, o lo que quedaba de ella, se asomaban el grupo comandado por Kendall. Acomodé mi túnica papal, me centré en el personaje de sumo pontífice barato y aclaré mi garganta carraspeando un poco. — ¡Hermanos y hermanas! Estamos aquí reunidos para celebrar éste bíblico ritual de cerveza, drogas y anarquía. Desde tiempos inmemorables el hombre ha sido esclavo de sí mismo con estúpidas reglas y estratos de mierda que no le importan a nadie, es por eso que hoy... mis ebrios y adictos, nos quitamos el grillete de la opresión, alzamos nuestros vasos de vodka con ron y brindamos por esta magnifica noche. — hice una breve pausa para contemplar el silencio sepulcral, irrumpido de vez en cuando por un alarido de mujer a la distancia y trozos de madera que crujían o terminaban de romperse. Extendí mi mano en señal del saludo nazi cuando Bonnie inició la señal y desde lo más profundo de mi pecho exclamé con fuerza — ¡Hail Rebeal und Hail Nadmean! — concluí el saludo y instantáneamente los parlantes volvieron a sonar con una estruendosa música anunciando la llegada del sacrifico. — ¡Traigan a la virgen a los terrenos purificados!— ordené con fuerza.

Se partió de la risa ante el buen espectáculo que se había montado, se colocó al lado de Sid y se mordió la muñeca para no cagarse de la risa ahí mismo. Se colocó en fila para iniciar el saludo y lo siguió con firmeza ante el bramido de la multitud, aquello parecía de película. — Dime que están grabando esto — le susurró a Sid al oído divertida. Kendall no tardó en hacerse paso entre la gente formando un “corredor” por donde Jack y Jethro traían a la líder Swaney amordazada, atada y vendada de ojos. Por un instante sintió compasión pero el trago de escocés que le pasaron le hizo olvidarlo con rapidez. Los secuestradores subieron al escenario con la líder y la posicionaron en el centro. Sid le pasó el megáfono y le dio una palmada en el hombro. — ¡La virgen ha llegado! — un grito de victoria de sus compañeros le siguió. — Hoy mis queridos muérganos, consagrados por el poder santo que Lennon nos ha otorgado le entregamos a la líder de las rosas — dijo con toda seriedad posible de su rol. — Sumo pontífice, Camarlengo, confíamos en ustedes —dijo la chica mirando a Sid y Charlie que ya estaban en el escenario. La música de stripper resonó por lo altoparlantes y la búlgara se apoyó en el codo de Kendall. — Estamos muertas. —